Como
ya se empezaran a dar cuenta, los discos que más suelen gustarme se
caracterizan por la diversidad de estilos y sonidos que se pueden conjugar en
ellos (lo cual no quiere decir que no me gustan los trabajos que se centran en
un tipo de música particular, mientras sean interesantes y disfrutables). “Hail To The Thief” sigue fielmente la
condición mencionada. En este disco se
encuentra todo el conjunto de experiencias y experimentos sonoros que los
británicos han puesto en marcha desde sus comienzos hasta este punto
particular.
Durante
su estreno, algunos lo consideraron como un recopilatorio en forma de nuevas
composiciones, lo cual conllevó cierta división en los seguidores de la agrupación
y en la crítica (aunque sin posible comparación con el impacto magnánimo que
generó “Kid A” tres años antes en ese aspecto). Incluso la misma banda en años
recientes ha mencionado algunas autocríticas sobre su proceso de grabación y
producción. Thom Yorke llego en cierto punto a publicar en la página web del
grupo una especie de “verdadero listado” de canciones del disco, donde cuatro
que fueron publicadas quedaban fuera. Algo curioso, notando que en plena época
de promoción del CD se había dicho que generar el trabajo había sido más cómodo
que en otras ocasiones y ,según el guitarrista Ed O´Brien, fue “la primera vez
en la cual no nos queríamos matar entre nosotros grabando”.

Escarbando
entre posibles razones que pudieron llevar a incomodar a los oyentes, se puede
apuntar a la duración (es el disco más largo en la carrera de los ingleses
hasta ahora); que para el público masivo las transiciones de un estilo a otro
fueron muy bruscas entre temas, que para los más fanáticos no se notó mucha
novedad en comparación a los demás trabajos o que quizás algún sector de la
audiencia seguía con ganas de tener otro “OK Computer”, tras un buen tiempo
introducidos en experimentos electrónicos (conociendo a Radiohead eso es algo
virtualmente imposible).
Pero
para ser justos, hay que tomar en gran consideración un detalle importante en
Radiohead: Todos sus discos tienen su
esencia particular y se diferencian bastante entre uno y otro. Suelen tener
esbozos de pasados esfuerzos, pero a la larga forjan su propia ruta y una forma
única de provocar emociones en el oyente con sus determinados detalles. En el caso de “Hail To The Thief, se nota
como deambula entre un considerable numero de aristas musicales, que van desde
las canciones directas con las 3 guitarras tomando el mando (cierta remembranza
al “The Bends” y al lado más rockero de “OK Computer”), hasta la continuación
de los experimentos electrónicos puestos en ejecución con el dúo de “Kid A” y
Amnesiac”. Y más interesante aún es que se observan aspectos atrayentes que
se van agregando entre medio, que no se habían probado y que le dan su toque
particular al disco, poniendo especial atención a letras criticas un poco más
directas a la sociedad de hoy en día. Además,
el listado final de canciones también ayuda un montón a eso, ya que la forma
rápida y casi sin transición en la cual el álbum cambia de estilo provoca una sensación
particular en el oyente que le da una impresión diferente con respecto a
trabajos anteriores de la banda.
Tocado este último tema, es bueno echarle
un vistazo mas profundo a la estructura que compone este álbum. Si se pone
ojo en los primeros 15 minutos, se nota de inmediato lo movedizo del camino
musical que el disco va construyendo. Se parte con un notable guiño a George
Orwell y su novela “1984” con la ya muy icónica fórmula “2+2=5”. Las guitarras nos dan la bienvenida a este viaje, creando un
ambiente de persecución y temor que hace referencia a la obra literaria y que
se va desarrollando hasta explotar en el clímax donde Thom Yorke nos recuerda
que estamos perdidos ya que “no hemos puesto atención”.
Estando
recién introducidos en lo que transmite la canción, esta se corta abruptamente
y sin demora pasamos a territorio dominado por los sonidos algo más
experimentales. Un vibráfono da una introducción tímida e inquietante que es
acentuada por beats electrónicos y un piano que se siente algo ahogado. La
constante repetición de la frase “Sit
Down, Stand Up” termina de ornamentar la pieza, para que luego se pase a
una aceleración progresiva que avanza hacia una finalización agitada, con otra
frase repitiéndose sin parar. Se vuelve un poco tediosa pero es una primera
muestra del constante vaivén en el que estamos introducidos. Luego, pasamos
violentamente a la calma y la melancolía con “Sail To The Moon”; hermosa pieza que refleja un futuro algo
desesperanzador ante un planeta en el cual se hace imposible vivir y en donde
Yorke tiene en mente a las futuras generaciones, a través de versos dirigidos a
su hijo (recién nacido en ese entonces). Más adelante, llegamos a “Backdrifts”, tema donde los sonidos
experimentales se multiplican y anuncian su presencia con autoridad. Las melodías ya se notan más computarizadas
y los diversos beats crean interesantes ritmos que no muestran problema por
marcar el camino algo enredado pero también disfrutable de la canción, que incluso
podría hacer bailar a más de alguno.
Ya
probada la primera cucharada de esta ruta sonora de cambios incesantes, “Go To Sleep” nos lleva a un sonido más
característico del indie, aunque el virtuoso y único Johnny Greenwood no tiene
problema en agregar su elemento distintivo con un solo final donde su guitarra
vomita sonidos nacidos por software que normalmente son usados en música
electrónica. Por más fuera de lugar que eso se oiga en un principio, logra
calzar perfectamente (aunque se hace notar más en las versiones en vivo). Al
instante, “Where I End And You Begin” pone
la cuota de misterio y temor, con letras que nuevamente reflejan una sociedad
en medio de confusión generalizada y en vías de auto-destrucción. El ambiente
único del tema nuevamente corre por parte del infalible Greenwood, esta vez por
medio de las Ondas Martenot.
Llegando a la mitad del disco, tal vez nos
encontramos con la parte que sea más difícil de digerir, aunque no por eso deja
de ser interesante. “We Suck Young
Blood” da la impresión de ser una especie de marcha fúnebre, con una nueva
referencia a la sociedad y su caída libre que nadie parece detener. En un
principio, debo admitir que no me cayo bien, pero comprendido su significado
conceptual (más comprensible que el de otras canciones) la pieza logro su objetivo (además,
gran detalle el de las palmas sonando al final de cada compás, haciendo más
claro lo que se quiere dar a entender). Después, “The Gloaming” lleva la experimentación a niveles un poco más
complejos de dominar para el público masivo. Los sonidos procesados ahora
dominan todo rincón y solo el bajo del otro Greenwood (Colin) da el orden
necesario para que todos los componentes funcionen a la par. La versión en vivo
es de mayor poder en ese aspecto, donde la batería de Phil Selway lleva la
canción a un nivel más asequible e incluso bailable.
“There There” parece ser el punto donde
todos están de acuerdo en este álbum. Un
bajo que lleva el ritmo invencible, una guitarra dominante que da en el clavo
para crear la atmósfera necesaria, de los ritmos de computadora se pasa a una
batería y a dos tambores que ofrecen una percusión netamente humana y se suman
letras de absoluto existencialismo y tintes filosóficos. Un temazo por donde se le mire y, dentro de
todo contenido que este trabajo tiene; el más ideal para ser la carta de
presentación. Así fue y ya ven los resultados: éxito en una buena cantidad de listas
como sencillo y lo que más se recuerda del disco hasta hoy. Tiene además un
video que complementa a la perfección, que pese a parecer más un cuento de
mundo maravilloso, tiene las gotas necesarias de misterio que calzan con su
banda sonora.
“I Will” nos trae de vuelta a la
melancolía, compuesta de una guitarra solitaria que esta vez hace reflejar los
estragos de la guerra (este disco se lanzó en plena invasión norteamericana a
Irak). Además, puede apostar seriamente
a ser la pieza musical donde Yorke hace notar mejor la capacidad de su voz,
complementando a la perfección los tonos bajos con los falsetes y equilibrando
al final con otra vocal en intensidad media. Un coro solo suyo que es una
delicia para los tímpanos y refleja con todo desgarro la situación que relata
la canción. Tras eso, “A Punchup At A
Wedding” nos da una especie de relajo y el quinteto se muestra con algo más
de soltura en medio de un arreglo algo funk y donde de verdad los británicos
parecieran estar divirtiéndose. “Myxomatosis”
trae otra dosis de sonidos anormales, aunque en esta ocasión con una particular
ocurrencia que roza lo bizarro (nombrar una canción con una enfermedad que
suele afectar a los conejos ya es un gran indicio). Los diversos teclados sacan
sonidos algo escalofriantes y Yorke juega con su voz en un estilo semi-hablado
que relata extrañas letras que tratan de internar la mencionada infección en
otra comparación con el mundo contemporáneo. Puede ser un curioso reflejo de
los aislados de la sociedad. Pero en esta ocasión no se ofrecen muchas
facilidades para entenderlo. En todo caso, sigue siendo algo interesante de
oír.
Otro
rebaso de melancolía con “Scatterbrain”.
Algo más tradicional y relacionado con la primera época de la banda y que de
alguna forma va avisando que este largo viaje está llegando a su final. Y en este punto, Radiohead siempre ofrece
algo diferente y marcado, tratando de dejar una impresión contradictoria con lo
demás del trabajo respectivo (un par de ejemplos: “Street Spirit” y su
dulce desesperanza que sacaban de un sacudón el indie profundo de “The Bends” y
la majestuosidad de “Motion Picture Soundtrack”, que hacía quiebre con el
cuento apocalíptico de “Kid A”). En este caso es “A Wolf At The Door” la encargada de la tarea recién dicha. Y su
resultado es que lleva la constante búsqueda de estilos de estos chicos a otro
nivel. Yorke ahora toma 2 personajes: victimario y víctima, marcando al primero
con monólogos dignos de un psicópata (casi como haciendo cierto intento de
rapear) y al segundo con un canto desesperado propios de quien es torturado.
Las armonías musicales van acorde a lo que representan cada uno, haciendo de la
canción una historia muy bien armada y atractiva de seguir. Se notan guiños a
tiempos pasados (“Climbing Up The Walls” era sobre lo mismo) pero
actualizándolo a nuevas facetas artísticas para la banda y aumentando su rango
de juguetes sonoros, siendo algo que
calza excelente con la constante e imparable oscilación que el disco fue
creando.

Si
se tiene en cuenta cómo ha sido Radiohead a lo largo de su carrera, se puede
tomar como entendible el hecho de que después de unas vueltas no les haya
gustado el resultado final del todo. Son
de los que nunca se conforman con que algo simplemente suene bien. Es notorio
el esfuerzo que realizan por tratar de no repetir mucho algunos elementos y
siempre mostrar algo nuevo en lo que están haciendo (y esto se ha expandido
más allá de la música, el hecho de que hayan ofrecido el siguiente disco “In
Rainbows” por precio a gusto del consumidor es solo una de las tantas cosas que
se pueden nombrar). Además, un montón del material que está en este trabajo aún
es conservado con cariño. En los últimos conciertos de la banda, una no
despreciable cantidad de temas del “Hail To The Thief” fueron incluidos, en
desmedro de muchos de los hits que los fans quieren oír siempre (ni siquiera
“Paranoid Android” tiene un lugar asegurado). Y además siempre van siendo reconstituidos ya sea agregando algún detalle o quitando otros.
El
hecho de que cada banda tenga discos más populares y reconocidos que otros es
algo natural, pero a veces otorga ciertas injusticias. Y, más aún en el caso de
Radiohead, donde todos sus trabajos tienen excepcionales cualidades y
equitativas maneras de provocar placer en nuestros oídos. Por el “Hail To The Thief” se puede decir que tiene su toque único al
montar una tremenda aventura, un tanto camaleónica, pasando por tantos
ambientes. Sin embargo, si Ud. tiene alguno de los achaques que fueron
mencionados antes como crítica a esta gran obra, sea
Total, todos debemos disfrutar de alguna forma.
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