domingo, 4 de enero de 2015

Radiohead – “Hail To The Thief” (2003)


Como ya se empezaran a dar cuenta, los discos que más suelen gustarme se caracterizan por la diversidad de estilos y sonidos que se pueden conjugar en ellos (lo cual no quiere decir que no me gustan los trabajos que se centran en un tipo de música particular, mientras sean interesantes y disfrutables).  “Hail To The Thief” sigue fielmente la condición mencionada. En este disco se encuentra todo el conjunto de experiencias y experimentos sonoros que los británicos han puesto en marcha desde sus comienzos hasta este punto particular.

Durante su estreno, algunos lo consideraron como un recopilatorio en forma de nuevas composiciones, lo cual conllevó cierta división en los seguidores de la agrupación y en la crítica (aunque sin posible comparación con el impacto magnánimo que generó “Kid A” tres años antes en ese aspecto). Incluso la misma banda en años recientes ha mencionado algunas autocríticas sobre su proceso de grabación y producción. Thom Yorke llego en cierto punto a publicar en la página web del grupo una especie de “verdadero listado” de canciones del disco, donde cuatro que fueron publicadas quedaban fuera. Algo curioso, notando que en plena época de promoción del CD se había dicho que generar el trabajo había sido más cómodo que en otras ocasiones y ,según el guitarrista Ed O´Brien, fue “la primera vez en la cual no nos queríamos matar entre nosotros grabando”.



Escarbando entre posibles razones que pudieron llevar a incomodar a los oyentes, se puede apuntar a la duración (es el disco más largo en la carrera de los ingleses hasta ahora); que para el público masivo las transiciones de un estilo a otro fueron muy bruscas entre temas, que para los más fanáticos no se notó mucha novedad en comparación a los demás trabajos o que quizás algún sector de la audiencia seguía con ganas de tener otro “OK Computer”, tras un buen tiempo introducidos en experimentos electrónicos (conociendo a Radiohead eso es algo virtualmente imposible).

Pero para ser justos, hay que tomar en gran consideración un detalle importante en Radiohead: Todos sus discos tienen su esencia particular y se diferencian bastante entre uno y otro. Suelen tener esbozos de pasados esfuerzos, pero a la larga forjan su propia ruta y una forma única de provocar emociones en el oyente con sus determinados detalles. En el caso de “Hail To The Thief, se nota como deambula entre un considerable numero de aristas musicales, que van desde las canciones directas con las 3 guitarras tomando el mando (cierta remembranza al “The Bends” y al lado más rockero de “OK Computer”), hasta la continuación de los experimentos electrónicos puestos en ejecución con el dúo de “Kid A” y Amnesiac”. Y más interesante aún es que se observan aspectos atrayentes que se van agregando entre medio, que no se habían probado y que le dan su toque particular al disco, poniendo especial atención a letras criticas un poco más directas a la sociedad de hoy en día. Además, el listado final de canciones también ayuda un montón a eso, ya que la forma rápida y casi sin transición en la cual el álbum cambia de estilo provoca una sensación particular en el oyente que le da una impresión diferente con respecto a trabajos anteriores de la banda.

Tocado este último tema, es bueno echarle un vistazo mas profundo a la estructura que compone este álbum. Si se pone ojo en los primeros 15 minutos, se nota de inmediato lo movedizo del camino musical que el disco va construyendo. Se parte con un notable guiño a George Orwell y su novela “1984” con la ya muy icónica fórmula “2+2=5”. Las guitarras nos dan la bienvenida a este viaje, creando un ambiente de persecución y temor que hace referencia a la obra literaria y que se va desarrollando hasta explotar en el clímax donde Thom Yorke nos recuerda que estamos perdidos ya que “no hemos puesto atención”.


Estando recién introducidos en lo que transmite la canción, esta se corta abruptamente y sin demora pasamos a territorio dominado por los sonidos algo más experimentales. Un vibráfono da una introducción tímida e inquietante que es acentuada por beats electrónicos y un piano que se siente algo ahogado. La constante repetición de la frase “Sit Down, Stand Up” termina de ornamentar la pieza, para que luego se pase a una aceleración progresiva que avanza hacia una finalización agitada, con otra frase repitiéndose sin parar. Se vuelve un poco tediosa pero es una primera muestra del constante vaivén en el que estamos introducidos. Luego, pasamos violentamente a la calma y la melancolía con “Sail To The Moon”; hermosa pieza que refleja un futuro algo desesperanzador ante un planeta en el cual se hace imposible vivir y en donde Yorke tiene en mente a las futuras generaciones, a través de versos dirigidos a su hijo (recién nacido en ese entonces). Más adelante, llegamos a “Backdrifts”, tema donde los sonidos experimentales se multiplican y anuncian su presencia con autoridad. Las melodías ya se notan más computarizadas y los diversos beats crean interesantes ritmos que no muestran problema por marcar el camino algo enredado pero también disfrutable de la canción, que incluso podría hacer bailar a más de alguno.

Ya probada la primera cucharada de esta ruta sonora de cambios incesantes, “Go To Sleep” nos lleva a un sonido más característico del indie, aunque el virtuoso y único Johnny Greenwood no tiene problema en agregar su elemento distintivo con un solo final donde su guitarra vomita sonidos nacidos por software que normalmente son usados en música electrónica. Por más fuera de lugar que eso se oiga en un principio, logra calzar perfectamente (aunque se hace notar más en las versiones en vivo). Al instante, “Where I End And You Begin” pone la cuota de misterio y temor, con letras que nuevamente reflejan una sociedad en medio de confusión generalizada y en vías de auto-destrucción. El ambiente único del tema nuevamente corre por parte del infalible Greenwood, esta vez por medio de las Ondas Martenot.


Llegando a la mitad del disco, tal vez nos encontramos con la parte que sea más difícil de digerir, aunque no por eso deja de ser interesante. “We Suck Young Blood” da la impresión de ser una especie de marcha fúnebre, con una nueva referencia a la sociedad y su caída libre que nadie parece detener. En un principio, debo admitir que no me cayo bien, pero comprendido su significado conceptual (más comprensible que el de otras canciones) la pieza logro su objetivo (además, gran detalle el de las palmas sonando al final de cada compás, haciendo más claro lo que se quiere dar a entender). Después, “The Gloaming” lleva la experimentación a niveles un poco más complejos de dominar para el público masivo. Los sonidos procesados ahora dominan todo rincón y solo el bajo del otro Greenwood (Colin) da el orden necesario para que todos los componentes funcionen a la par. La versión en vivo es de mayor poder en ese aspecto, donde la batería de Phil Selway lleva la canción a un nivel más asequible e incluso bailable.

“There There” parece ser el punto donde todos están de acuerdo en este álbum. Un bajo que lleva el ritmo invencible, una guitarra dominante que da en el clavo para crear la atmósfera necesaria, de los ritmos de computadora se pasa a una batería y a dos tambores que ofrecen una percusión netamente humana y se suman letras de absoluto existencialismo y tintes filosóficos. Un temazo por donde se le mire y, dentro de todo contenido que este trabajo tiene; el más ideal para ser la carta de presentación. Así fue y ya ven los resultados: éxito en una buena cantidad de listas como sencillo y lo que más se recuerda del disco hasta hoy. Tiene además un video que complementa a la perfección, que pese a parecer más un cuento de mundo maravilloso, tiene las gotas necesarias de misterio que calzan con su banda sonora.


“I Will” nos trae de vuelta a la melancolía, compuesta de una guitarra solitaria que esta vez hace reflejar los estragos de la guerra (este disco se lanzó en plena invasión norteamericana a Irak). Además, puede apostar seriamente a ser la pieza musical donde Yorke hace notar mejor la capacidad de su voz, complementando a la perfección los tonos bajos con los falsetes y equilibrando al final con otra vocal en intensidad media. Un coro solo suyo que es una delicia para los tímpanos y refleja con todo desgarro la situación que relata la canción. Tras eso, “A Punchup At A Wedding” nos da una especie de relajo y el quinteto se muestra con algo más de soltura en medio de un arreglo algo funk y donde de verdad los británicos parecieran estar divirtiéndose. “Myxomatosis” trae otra dosis de sonidos anormales, aunque en esta ocasión con una particular ocurrencia que roza lo bizarro (nombrar una canción con una enfermedad que suele afectar a los conejos ya es un gran indicio). Los diversos teclados sacan sonidos algo escalofriantes y Yorke juega con su voz en un estilo semi-hablado que relata extrañas letras que tratan de internar la mencionada infección en otra comparación con el mundo contemporáneo. Puede ser un curioso reflejo de los aislados de la sociedad. Pero en esta ocasión no se ofrecen muchas facilidades para entenderlo. En todo caso, sigue siendo algo interesante de oír.


Otro rebaso de melancolía con “Scatterbrain”. Algo más tradicional y relacionado con la primera época de la banda y que de alguna forma va avisando que este largo viaje está llegando a su final. Y en este punto, Radiohead siempre ofrece algo diferente y marcado, tratando de dejar una impresión contradictoria con lo demás del trabajo respectivo (un par de ejemplos: “Street Spirit” y su dulce desesperanza que sacaban de un sacudón el indie profundo de “The Bends” y la majestuosidad de “Motion Picture Soundtrack”, que hacía quiebre con el cuento apocalíptico de “Kid A”). En este caso es “A Wolf At The Door” la encargada de la tarea recién dicha. Y su resultado es que lleva la constante búsqueda de estilos de estos chicos a otro nivel. Yorke ahora toma 2 personajes: victimario y víctima, marcando al primero con monólogos dignos de un psicópata (casi como haciendo cierto intento de rapear) y al segundo con un canto desesperado propios de quien es torturado. Las armonías musicales van acorde a lo que representan cada uno, haciendo de la canción una historia muy bien armada y atractiva de seguir. Se notan guiños a tiempos pasados (“Climbing Up The Walls” era sobre lo mismo) pero actualizándolo a nuevas facetas artísticas para la banda y aumentando su rango de juguetes sonoros, siendo algo que calza excelente con la constante e imparable oscilación que el disco fue creando.



Si se tiene en cuenta cómo ha sido Radiohead a lo largo de su carrera, se puede tomar como entendible el hecho de que después de unas vueltas no les haya gustado el resultado final del todo. Son de los que nunca se conforman con que algo simplemente suene bien. Es notorio el esfuerzo que realizan por tratar de no repetir mucho algunos elementos y siempre mostrar algo nuevo en lo que están haciendo (y esto se ha expandido más allá de la música, el hecho de que hayan ofrecido el siguiente disco “In Rainbows” por precio a gusto del consumidor es solo una de las tantas cosas que se pueden nombrar). Además, un montón del material que está en este trabajo aún es conservado con cariño. En los últimos conciertos de la banda, una no despreciable cantidad de temas del “Hail To The Thief” fueron incluidos, en desmedro de muchos de los hits que los fans quieren oír siempre (ni siquiera “Paranoid Android” tiene un lugar asegurado). Y además siempre van siendo reconstituidos ya sea agregando algún detalle o quitando otros.

El hecho de que cada banda tenga discos más populares y reconocidos que otros es algo natural, pero a veces otorga ciertas injusticias. Y, más aún en el caso de Radiohead, donde todos sus trabajos tienen excepcionales cualidades y equitativas maneras de provocar placer en nuestros oídos. Por el “Hail To The Thief” se puede decir que tiene su toque único al montar una tremenda aventura, un tanto camaleónica, pasando por tantos ambientes. Sin embargo, si Ud. tiene alguno de los achaques que fueron mencionados antes como crítica a esta gran obra, sea como la banda y saque sus partes favoritas. Total, todos debemos disfrutar de alguna forma.

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