Dentro
de todos los logros que se le pueden atribuir a una banda con tantos años de
carrera como The Cure, el que se debería considerar como el mayor es el hecho
de que, hasta nuestros días, han dejado en claro que la característica que
mejor los identifica es la de ser un grupo inclasificable. Y por más que mucha
gente aún tiende a relacionarlos con lo gótico, solo por tener el lápiz labial
y el delineador como instrumento de difusión estética y porque algunos de sus
éxitos toman una dirección melancólica, no hace falta hacer un gran análisis
para darse cuenta de las distintas facetas que los británicos han usado a lo
largo de su existencia. Basta con buscar tres o cuatro canciones conocidas del
conjunto para notarlo. Algunas van por el pop accesible que las radios no dudan
en transmitir y otras por demostraciones de sentimientos más introvertidos que
tienden a ir en tonalidad oscura.
Ahora
bien, para el disco que se pone en debate aquí, se nos hace necesario hacer una retrospectiva sobre los primeros años
del grupo para empezar a entender su contenido:
Los
orígenes de la banda fueron influenciados en buena parte por el punk; lo que se
podía ver en sus primeras canciones, las cuales se grababan de forma algo
rústica con la típica formación de guitarra-bajo-batería. Luego,
poco a poco, se fueron agregando matices un poco más ambientales. Los teclados
se incorporaron como elemento infalible y las letras se ponían más internas,
reflejando cierta búsqueda espiritual. De ahí, estos componentes no hicieron
más que acentuarse progresivamente, hasta llegar a su punto cumbre en
“Pornography”; disco reconocido como uno de los más representativos del rock
gótico (ahí sí que era aplicable la etiqueta) y que tiene la oscuridad, la tristeza
y desesperanza como cartas de presentación; llenando cada rincón sonoro
que aquel trabajo tuviese (De todas formas, es muy interesante oírlo, aunque,
como nota personal, deben estar muy de animo para hacerlo).
La
expresión artística de esa obra se tradujo en el estado emocional de los
integrantes por ese entonces, hasta el punto de que después de la gira
promocional respectiva (muy traumática, por lo demás), los únicos miembros que
quedaron eran Smith y, su compadre de ese entonces, Lol Tolhurst. El primero
quedo demacrado psicológicamente y antes de llegar a lo peor, le recomendaron
cambiar de rumbo musical e intentar con el pop. En un principio estuvo de
acuerdo, pero como modo de terminar la banda (el primer intento de varios) en
una ironía basada en la contradicción con su pasado. Sin embargo, cuando vio
que tenía un éxito que no había logrado antes, se tomo esta opción más en
serio. Así llegaron los primeros hits radiales y ciertos destellos de difusión
más masiva. Pero también expresados con timidez. Era un estilo que no se veía
viable para introducirse cuando The Cure comenzó y además debían entramar todo
un proceso de reformación entre medio. Y
es justamente este ambiente el que contextualiza e identifica a “The Top”.
Cuando
se comenzó la producción de este trabajo, aún se estaban digiriendo todos los
hechos recién descritos. Y todo lo vivido se refleja a la perfección en este
disco. Por un lado, hay muchas referencias hacia un sonido más iluminado y
“amigable”, con mucha disposición a dar un nuevo paso y otra dirección a su
carrera. Pero por otro, también se hace patente la inseguridad tradicional de
cualquiera que este en el proceso de acostumbrarse a la perspectiva de un nuevo
territorio. Así es como hay aún cierta cuota de ese punk de los principios
presente. Y como resultado de eso, además de tener canciones definidas por
alguno de los estilos mencionados, también encontramos mezclas muy interesantes
entre ambas características que se materializan en algunas piezas que juguetean
con el cambio de ambientes en su composición y otras que, sin chistar, se
traducen en una atractiva psicodelia. Sin
dudas, aquí se pueden hallar canciones que auténticamente pueden considerarse
únicas en el catalogo de The Cure.
El
orden en que los temas fueron posicionados acentúa el carácter surtido del
álbum, variando constantemente su intensidad y siendo un balancín entretenido
de diferentes estados de animo. Clasificando en grupos el listado de canciones,
tenemos por un lado las que resultaron
de la incursión en el pop antes mencionada: “The Caterpillar”, que fue el
sencillo de presentación, muestra una composición predominantemente acústica
con violines y pianos que parecen sonar como por jugar al principio y que dan espacio
a una bonita melodía. “Piggy In The Mirror” tiene una fluorescencia que es dada
por teclados que crecen constantemente en presencia mientras la canción avanza,
haciendo una aparente descripción auto insultante del propio vocalista
entremedio, y “Birdmad Girl” se puede tomar como lo más convencional y que
permite deducir aspectos en los que Soda Stereo haya podido extraer inspiración
a los británicos. En el otro extremo, lo
que queda del punk originario se deja caer con todo en el arranque con
“Shake Dog Shake” y con una dosis extra de ira más adelante en “Give Me It” en
la cual las guitarras eléctricas ponen el peso con excitante descontrol.
Y por último tenemos a los que pueden ser
llamados los “experimentos” del disco, en donde se expone sin tapujos la
búsqueda de nuevos horizontes. “Wailing
Wall” es lo que se vislumbra primero de esto, ofreciendo texturas misteriosas
dignas de viaje extraviado en el desierto (acentuadas entremedio por lo que
parece ser una flauta emitiendo sonidos un tanto perturbadores). “Dressing Up”
tiene a los teclados dominando a toda merced, creando tal vez el pasaje más
onírico que The Cure haya podido hacer en su historia y con Smith aprovechando
la ornamentación para mostrar todos los matices que su voz es capaz de provocar.
Una voz que no es extraordinaria pero que tiene la virtud de marcar de forma
muy precisa que sensaciones debe emitir cada tema y en que intensidad. Ningún
ejemplo mejor que el tema recién nombrado. “The Empty World” parece tener como
cometido la inseguridad del oyente. Nunca se termina de saber si es un tema
oscuro llevado por ritmo militar o si busca ascender a senderos más luminosos con
un teclado un tanto lúdico que origina el interesante contraste de ideas.
“Bananafishbones”, tal cual su nombre lo prevé, es una mezcla caótica de todo
lo presente en el álbum y lo que más se acerca a la locura. De todas formas,
lleva un ritmo casi bailable y no se puede evitar dejarse llevar por el
intercambio constante de protagonismo entre guitarras y teclado.
Finalmente,
el tema homónimo, el cual se hace el más extraño en su interpretación (como si
todo lo anterior no lo fuese….) y es una osada opción para finalizar el disco.
Es como si se tratase de tomar un poco de la oscuridad característica del
“Pornography” y se intentara aplicar en el desigual conjunto de sonidos que el
álbum emite. No malentender esto eso sí, ya que no es una mala canción. De
hecho, el concepto en sí es interesante con Smith rogando en desesperación a
cierto receptor que regrese (¿Los integrantes que abandonaron la nave antes de
gestar este trabajo? Suena lógico, particularmente por el bajista Simon Gallup,
que después, en efecto, regresaría y sería el colaborador de más larga data con
el cantante del grupo). Sin embargo, es innegable que deja un raro sabor de
boca cuando finaliza. Tal vez calzaría mejor en la mitad como puente entre
partes, pero como se nos ha dejado claro a lo largo de los años, nadie más que
Robert Smith puede ubicar las piezas en un trabajo de The Cure.
Más
allá de este leve detalle del final, el álbum es otra genial muestra de lo que
estos británicos son capaces de hacer.
Si antes de adentrarse en este particular trabajo, ya se podía tener una idea
de lo difícil que es hacer calzar a The Cure en uno u otro estilo, “The Top” no
hace más que confirmar esta mención llevándola a algunos puntos extremos que
después no se volvieron a repetir. Algunas personas, por lo experimental de
su contenido, tratan de poner al disco derechamente como de rock psicodélico,
pero después de lo dicho anteriormente, no es posible. Hay de todo aquí y es
mejor no gastar esfuerzos en ubicar calificativos.
Lastimosamente,
al álbum le jugo en contra su posición cronológica en la discografía del grupo.
Los discos inmediatamente siguientes, mostrarían un pop mejor definido y con
más confianza, originando como consecuencia éxitos que hasta hoy se recuerdan
(“Close To Me”, “Just Like Heaven”, etc.) además de millonarias ventas y el
estatus de reconocimiento mundial que hasta hoy The Cure ostenta. Y si bien
aquella etapa también es digna de gran aprecio y admiración, nunca esta de más
revisar el origen de esa arista. Para los más fanáticos de los primeros años,
tampoco esta mal ver la “transición” que la banda tomo con este disco y como se
combinan las distintas características de una y otra época. Es que a la larga,
entre tanto material conocido que los ingleses tienen en su historia, siempre
habrá algo que, sin querer, se nos queda en el tintero y no vemos con detalle.
“The Top” es uno de los que suele quedar
ahí y no debería. Independiente de que canciones de The Cure gusten más a
los fans o al oyente casual, siempre valdrá la pena oír algo distinto y “The
Top” es lo más indicado ya que además de los elementos novedosos, también
mantiene familiaridad (y en cierto sentido, continuidad) con otras facetas que
el grupo ha experimentado a lo largo de los años, por lo que tampoco representa
un gran riesgo. Es algo interesante y
hasta entretenido de oír y no merece pasar desapercibido.
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