martes, 23 de diciembre de 2014

The Smiths – “Strangeways, Here We Come” (1987)


Tanto material en tan poco tiempo. Cuatro años para ser exactos en que este particular grupo de ingleses entregaron al mundo una aplastante cantidad de canciones, que además de presencia en discos de estudio, también están en numerosos sencillos lanzados de forma individual y diversas e interminables recopilaciones que hasta hoy suelen salir al mercado de vez en cuando. Así es el tremendo legado de The Smiths en términos cuantitativos. Y ni hablar si vemos la inspiración heredada hacia futuras generaciones. Los sonidos e ideas que exponía la banda eran radicalmente contrarios a lo popular y típico de los 80s (esto último llámese canciones pegajosas, con tendencia al romance expresado en vocabulario básico y apetitoso para las radios, así como el destape del sintetizador y los ritmos bailables). Así, lograron dejar una huella imborrable en muchos jóvenes considerados desadaptados de la sociedad y reacios a seguir sus costumbres y conductas. Con una formula basada en simple pero bella y atractiva estética instrumental juntada con letras ricas en contenido social y múltiples referencias culturales de años pasados, el grupo logro desmarcarse de su contexto musical  y dar una visión única que hasta el día de hoy sigue atrayendo un buen numero de nuevos oyentes.

Entrando en territorio especifico de discos de estudio (son cuatro), los que siempre suelen ser reconocidos son “Meat Is Murder” y “The Queen Is Dead”. No planteo hacer una queja sobre tal hecho, ya que su estado es merecido. Son grandes trabajos, que muestran en total esencia lo que The Smiths representa. Sin embargo, algunos suelen hacerle la vista gorda a los dos discos restantes en su conjunto (importante resaltar lo de conjunto, porque igualmente de ambos han salido canciones muy reconocibles hasta hoy, pero que hacen más peso por si solas) y particularmente al último, que es el que veremos aquí.

Más allá de criticas negativas (pocas en todo caso) este disco no tuvo la repercusión de sus antecesores porque para cuando se lanzo, lamentablemente The Smiths ya era parte del pasado. Morrissey y Johnny Marr ya habían originado un distanciamiento que hasta el día de hoy se mantiene y que por lo visto, ya no tiene oportunidad alguna de reducirse. Este hecho produjo un sensible efecto en cuanto a la publicidad y difusión del trabajo ya que, si bien se vendió de buena forma, no igualo el éxito de sus antecesores. Señal de eso fue que los videos de promoción solo fueron protagonizados por el vocalista (aun así, algunos lograron ser icónicos como el de “Stop Me If You Heard…” y las decenas de Morrissey en bicicleta paseando por Manchester). Además, técnicamente, la banda jamás tuvo un momento de silencio en su corta existencia. Los discos fueron lanzados en años consecutivos y en los estrechos intermedios entre ellos, siempre había una que otra canción inédita que se exhibía al público. Para cuando “Strangeways” fue lanzado, esto pudo haber jugado un factor importante. No precisamente como hastío, porque su popularidad no llego a ser de proporción intercontinental en ese entonces, pero si se pudo haber tomado como una señal que para la audiencia, los ingleses ya habían mostrado todo lo que eran capaces de hacer.


En este ultimo punto, claramente hay un error. Si bien “Strangeways” expone sin reproche los elementos distintivos que hacen a The Smiths reconocibles, también da sutiles pistas de que estaban comenzado a pavimentar un camino para otra etapa, otras estructuras y otros objetivos. Si bien ya no tenemos la posibilidad de saber si hubiesen hecho ese cambio más en serio, tenemos este disco para pensar en ello y disfrutar el nivel algo más evolucionado al que logro llegar esta banda; con canciones mejores logradas (sin intención de despreciar lo anterior, que es excelente de por sí) y con ciertas pizcas de experimentación que hacen única la experiencia de oír esta obra.

Así, por ejemplo, tenemos las canciones de desamor (“A Rush And a Push...”, “Last Night I Dreamt…” ), donde Morrissey, como de costumbre, expone sin tapujos la melancolía y pena que representa la soledad y el rechazo sentimental. Sin embargo, aquí se hacen claras las nuevas formas de mostrar las emociones referidas. Así, la primera parece una canción de cantina (cortesía del teclado harpsichord), donde el narrador podría ser un fantasma que emerge para comentar las malaventuranzas de su vida pasada a los que sufren sus mismos percances, mientras que la segunda tiene un dramatismo más acentuado que ocasiones anteriores (como “I Know It´s Over”) donde la introducción de una multitud gritando con angustia, más una melodía de piano algo lúgubre de fondo, sientan de inmediato la ambientación del tema que después no hace más que crecer con abundantes arreglos de cuerda y un vocalista que se quiebra mientras más repite las pocas pero desgarradoras líneas (“La historia es conocida, lo se, pero así sigue”)

Podemos hallar algo de versatilidad sónica en “Death Of A Disco Dancer”, cuya salida del libreto acostumbrado a usar por la banda no se veía tan notoria desde “How Soon Is Now?”. Johnny Marr lleva sus habilidades a limites no habituales en él, desde ese principio misterioso con una guitarra muy aguda y chirriante hasta poner toda la fuerza en los últimos minutos. La base rítmica se hace más fundamental que de costumbre llevando extraordinariamente el tempo, desde un comienzo lento hasta un final demoledor, incrementando de manera progresiva su presencia. Y Morrissey nuevamente aparece con escasas pero directas frases (“Amor, paz y armonía, muy bonito, pero tal vez en otro mundo”) además de tener su única participación instrumental en el grupo, toqueteando casi inocentemente un piano. “I Started Something….”, por otro lado, va por una dirección de rock algo más convencional, con más presencia de rasgueos y algunos saxofones (provenientes de sintetizador) en el estribillo.


El Morrissey compositor también tiene su habitual protagonismo. Y si bien antes había dirigido sus dardos hacia la educación (“The Headmaster Ritual”), la monarquía (“The Queen Is Dead”) y la insensibilidad con el mundo animal (“Meat Is Murder”), ahora lo hace contra la industria discográfica en “Paint A Vulgar Picture”. Un brillante conjunto de versos sobre el lado oscuro del estrellato y las constantes presiones del entorno del espectáculo que no se interesa mucho por lo artístico y va más por las regalías, incluso después de la muerte del cantante o banda en cuestión (con el reciclaje de material inédito, recopilaciones y esas cosas que, irónicamente, también le pasaron mucho a The Smiths tras su disolución).

Otra gran muestra de composición es “Girlfriend In A Coma”. Como nota personal, me costo comprender casi dos años el sarcasmo que hay en esta canción (o captar la posibilidad de que lo hubiera, porque aun no estoy 100% seguro). Es que hace una genial ambigüedad, entre líneas que supuestamente expresan preocupación y tristeza, pero que después parecen mutar su intención al descubrir que son cantadas con aparente desinterés y con música muy animada de fondo. “Stop Me If You Think…” por otro lado, se ve como lo más optimista del álbum, al menos musicalmente (las letras otra vez ponen el contraste, aunque con menos intención) y con Johnny Marr guiando el tema de modo magistral, cerrando con un corto e inusual solo al final, pero que finiquita excelente la tonalidad “alegre” de la canción.


El final del disco se forma con dos temas cortos, que comienzan a armar un ambiente de despedida y que también crea una distinción clara con sus antecesores. Primero, “Death At One´s Elbow” de corte intenso y fugaz (de rockabilly prácticamente) que pareciera expresar un deseo vivo de acabar rápido lo que ya no da para más, por el bien de todos. (“No vengas a mi casa esta noche, porque hay alguien aquí que tomara una hacha contra tu oído”). Después, para el gran desenlace, la acústica “I Won´t Share You” que expresa la otra arista del adiós. Tristeza, melancolía pero aceptando que ya no se puede seguir adelante y que se debe dar vuelta la pagina. Un gran final para un grupo único que, coincidencia o no, da como último verso “Te veré en algún lado, alguna vez”, antes de que la música poco a poco se desvanezca.


Si The Smiths ya era conocido por tener una dinámica única en comparación a otras bandas de su época y por ya haber empezado a pavimentar una nueva corriente musical en Inglaterra, con este disco no se hace más que aumentar su leyenda y además de agregar la virtud de que no era un grupo que se quería pegar a un solo método. Intentaban aventurarse a caminos distintos y esta es la mejor prueba de ello. Y si aun quedan dudas, tanto Morrissey como Johnny Marr han también buscado diversas alternativas sonoras en las cuales ubicarse en sus carreras solistas. Pero detallarlas implicaría hacer otra reseña. Pese a eso, con esa mención se hace lógico que ambos declararan públicamente el álbum como su favorito de la agrupación. Es un trabajo que como conjunto (más allá de los sencillos que se reconozcan), merece ser más considerado, además de ser el gran y ambicioso final de una de las mejores bandas de los 80s.


lunes, 1 de diciembre de 2014

The Cure – “The Top” (1984)


Dentro de todos los logros que se le pueden atribuir a una banda con tantos años de carrera como The Cure, el que se debería considerar como el mayor es el hecho de que, hasta nuestros días, han dejado en claro que la característica que mejor los identifica es la de ser un grupo inclasificable. Y por más que mucha gente aún tiende a relacionarlos con lo gótico, solo por tener el lápiz labial y el delineador como instrumento de difusión estética y porque algunos de sus éxitos toman una dirección melancólica, no hace falta hacer un gran análisis para darse cuenta de las distintas facetas que los británicos han usado a lo largo de su existencia. Basta con buscar tres o cuatro canciones conocidas del conjunto para notarlo. Algunas van por el pop accesible que las radios no dudan en transmitir y otras por demostraciones de sentimientos más introvertidos que tienden a ir en tonalidad oscura.

Ahora bien, para el disco que se pone en debate aquí, se nos hace necesario hacer una retrospectiva sobre los primeros años del grupo para empezar a entender su contenido:

Los orígenes de la banda fueron influenciados en buena parte por el punk; lo que se podía ver en sus primeras canciones, las cuales se grababan de forma algo rústica con la típica formación de guitarra-bajo-batería. Luego, poco a poco, se fueron agregando matices un poco más ambientales. Los teclados se incorporaron como elemento infalible y las letras se ponían más internas, reflejando cierta búsqueda espiritual. De ahí, estos componentes no hicieron más que acentuarse progresivamente, hasta llegar a su punto cumbre en “Pornography”; disco reconocido como uno de los más representativos del rock gótico (ahí sí que era aplicable la etiqueta) y que tiene la oscuridad, la tristeza y desesperanza como cartas de presentación; llenando cada rincón sonoro que aquel trabajo tuviese (De todas formas, es muy interesante oírlo, aunque, como nota personal, deben estar muy de animo para hacerlo).

La expresión artística de esa obra se tradujo en el estado emocional de los integrantes por ese entonces, hasta el punto de que después de la gira promocional respectiva (muy traumática, por lo demás), los únicos miembros que quedaron eran Smith y, su compadre de ese entonces, Lol Tolhurst. El primero quedo demacrado psicológicamente y antes de llegar a lo peor, le recomendaron cambiar de rumbo musical e intentar con el pop. En un principio estuvo de acuerdo, pero como modo de terminar la banda (el primer intento de varios) en una ironía basada en la contradicción con su pasado. Sin embargo, cuando vio que tenía un éxito que no había logrado antes, se tomo esta opción más en serio. Así llegaron los primeros hits radiales y ciertos destellos de difusión más masiva. Pero también expresados con timidez. Era un estilo que no se veía viable para introducirse cuando The Cure comenzó y además debían entramar todo un proceso de reformación entre medio. Y es justamente este ambiente el que contextualiza e identifica a “The Top”.


Cuando se comenzó la producción de este trabajo, aún se estaban digiriendo todos los hechos recién descritos. Y todo lo vivido se refleja a la perfección en este disco. Por un lado, hay muchas referencias hacia un sonido más iluminado y “amigable”, con mucha disposición a dar un nuevo paso y otra dirección a su carrera. Pero por otro, también se hace patente la inseguridad tradicional de cualquiera que este en el proceso de acostumbrarse a la perspectiva de un nuevo territorio. Así es como hay aún cierta cuota de ese punk de los principios presente. Y como resultado de eso, además de tener canciones definidas por alguno de los estilos mencionados, también encontramos mezclas muy interesantes entre ambas características que se materializan en algunas piezas que juguetean con el cambio de ambientes en su composición y otras que, sin chistar, se traducen en una atractiva psicodelia. Sin dudas, aquí se pueden hallar canciones que auténticamente pueden considerarse únicas en el catalogo de The Cure.

El orden en que los temas fueron posicionados acentúa el carácter surtido del álbum, variando constantemente su intensidad y siendo un balancín entretenido de diferentes estados de animo. Clasificando en grupos el listado de canciones, tenemos por un lado las que resultaron de la incursión en el pop antes mencionada: “The Caterpillar”, que fue el sencillo de presentación, muestra una composición predominantemente acústica con violines y pianos que parecen sonar como por jugar al principio y que dan espacio a una bonita melodía. “Piggy In The Mirror” tiene una fluorescencia que es dada por teclados que crecen constantemente en presencia mientras la canción avanza, haciendo una aparente descripción auto insultante del propio vocalista entremedio, y “Birdmad Girl” se puede tomar como lo más convencional y que permite deducir aspectos en los que Soda Stereo haya podido extraer inspiración a los británicos. En el otro extremo, lo que queda del punk originario se deja caer con todo en el arranque con “Shake Dog Shake” y con una dosis extra de ira más adelante en “Give Me It” en la cual las guitarras eléctricas ponen el peso con excitante descontrol.


Y por último tenemos a los que pueden ser llamados los “experimentos” del disco, en donde se expone sin tapujos la búsqueda de nuevos horizontes.  “Wailing Wall” es lo que se vislumbra primero de esto, ofreciendo texturas misteriosas dignas de viaje extraviado en el desierto (acentuadas entremedio por lo que parece ser una flauta emitiendo sonidos un tanto perturbadores). “Dressing Up” tiene a los teclados dominando a toda merced, creando tal vez el pasaje más onírico que The Cure haya podido hacer en su historia y con Smith aprovechando la ornamentación para mostrar todos los matices que su voz es capaz de provocar. Una voz que no es extraordinaria pero que tiene la virtud de marcar de forma muy precisa que sensaciones debe emitir cada tema y en que intensidad. Ningún ejemplo mejor que el tema recién nombrado. “The Empty World” parece tener como cometido la inseguridad del oyente. Nunca se termina de saber si es un tema oscuro llevado por ritmo militar o si busca ascender a senderos más luminosos con un teclado un tanto lúdico que origina el interesante contraste de ideas. “Bananafishbones”, tal cual su nombre lo prevé, es una mezcla caótica de todo lo presente en el álbum y lo que más se acerca a la locura. De todas formas, lleva un ritmo casi bailable y no se puede evitar dejarse llevar por el intercambio constante de protagonismo entre guitarras y teclado.


Finalmente, el tema homónimo, el cual se hace el más extraño en su interpretación (como si todo lo anterior no lo fuese….) y es una osada opción para finalizar el disco. Es como si se tratase de tomar un poco de la oscuridad característica del “Pornography” y se intentara aplicar en el desigual conjunto de sonidos que el álbum emite. No malentender esto eso sí, ya que no es una mala canción. De hecho, el concepto en sí es interesante con Smith rogando en desesperación a cierto receptor que regrese (¿Los integrantes que abandonaron la nave antes de gestar este trabajo? Suena lógico, particularmente por el bajista Simon Gallup, que después, en efecto, regresaría y sería el colaborador de más larga data con el cantante del grupo). Sin embargo, es innegable que deja un raro sabor de boca cuando finaliza. Tal vez calzaría mejor en la mitad como puente entre partes, pero como se nos ha dejado claro a lo largo de los años, nadie más que Robert Smith puede ubicar las piezas en un trabajo de The Cure.

Más allá de este leve detalle del final, el álbum es otra genial muestra de lo que estos británicos son capaces de hacer. Si antes de adentrarse en este particular trabajo, ya se podía tener una idea de lo difícil que es hacer calzar a The Cure en uno u otro estilo, “The Top” no hace más que confirmar esta mención llevándola a algunos puntos extremos que después no se volvieron a repetir. Algunas personas, por lo experimental de su contenido, tratan de poner al disco derechamente como de rock psicodélico, pero después de lo dicho anteriormente, no es posible. Hay de todo aquí y es mejor no gastar esfuerzos en ubicar calificativos.

Lastimosamente, al álbum le jugo en contra su posición cronológica en la discografía del grupo. Los discos inmediatamente siguientes, mostrarían un pop mejor definido y con más confianza, originando como consecuencia éxitos que hasta hoy se recuerdan (“Close To Me”, “Just Like Heaven”, etc.) además de millonarias ventas y el estatus de reconocimiento mundial que hasta hoy The Cure ostenta. Y si bien aquella etapa también es digna de gran aprecio y admiración, nunca esta de más revisar el origen de esa arista. Para los más fanáticos de los primeros años, tampoco esta mal ver la “transición” que la banda tomo con este disco y como se combinan las distintas características de una y otra época. Es que a la larga, entre tanto material conocido que los ingleses tienen en su historia, siempre habrá algo que, sin querer, se nos queda en el tintero y no vemos con detalle. “The Top” es uno de los que suele quedar ahí y no debería. Independiente de que canciones de The Cure gusten más a los fans o al oyente casual, siempre valdrá la pena oír algo distinto y “The Top” es lo más indicado ya que además de los elementos novedosos, también mantiene familiaridad (y en cierto sentido, continuidad) con otras facetas que el grupo ha experimentado a lo largo de los años, por lo que tampoco representa un gran riesgo. Es algo interesante y hasta entretenido de oír y no merece pasar desapercibido.